1/1/17

El año ovalado

Ayer -el año pasado, como diría un 'cuñao'- deambulaba por el teclado de mi portátil anhelando escribir algo en el sitio web de clubbeo perteneciente al Club Rugby A Palos. Un remember 'de puntillas' para aportar un granito de arena comunicativo a la que ha sido (y continúa siéndolo a distancia) mi familia durante el pasado año. Para mi sorpresa, alguien ya se había adelantado.

Por ello, quizás debamos darle un toque diferente. El rugby. Podríamos hablar cada vez más de rugby. El ovalado se va abriendo paso a base de handoffs por las noticias deportivas gracias a logros de sus grandes defensores, por más que venda la aislada acción de cualquier desalmado.

Se puede hablar de los valores, de lo mucho y lo alto que gritan los que los defienden, de las comparaciones (odiosas, no lo niego) pero dado la buena cuenta que da de ello mi compañero Juanma Martínez Herraiz, daré mi punto de vista personal sobre este año y sobre el rugby.

2016 deja mi primera y única temporada como jugador federado en el deporte de rugby hasta la fecha. Algo que empezó por el empecinamiento de varias personas que llevaron más allá mi compromiso inicial de solo entrenar con el Club Rugby A Palos. Pese a la barrera económica, fueron varias las fuerzas que apostaron por mi dentro del campo y he de reconocer que, pese a no ser un jugador de largo minutaje (la mayoría de partidos era jugador de refresco durante los últimos 15 o 20 minutos), los aproveché 'a grito pelao' (8 ensayos en 15 partidos). Como jugador novel, las quejas no fueron sino el día a día y bien lo sabían los grandes críticos de este deporte. Y es así, el jugador de rugby se hace: se hace a los golpes, a los moratones, a la cerveza y al esfuerzo.

Pero lo que más me golpeó en este 2016 rugbier fue la emoción. Las sensaciones pre, durante y post partido. El rezo de Jorge Azote antes de salir a calentar en cada cita. Buah, eso si que es de película. El momento más pielgallinero fue justo antes de saltar al recortado césped artificial de Alicante donde nos jugábamos ser campeones de liga. Las palabras de discurso de los que alzaron la voz en aquel corrillo empujaban con tal fuerza que aquello parecía una melé. Varios lloramos de los nervios, de la pasión y de amor, porque ya se sabe que querer tanto, duele.

Por otro lado, el comunicativo, estar aportando en mis ratos libres mi grano de arena a conseguir que en una ciudad como Cuenca el rugby consiga más adeptos a la noble causa ha sido otro bello regalo. Recuerdo un momento duro. Penúltimo partido de liga frente al colista, un dulce para los que jugaron aquel encuentro (victoria 103-5), último partido en casa de la temporada y venían mis padres desde muy lejos para verlo y yo... en la grada. Pero no fue una grada cualquiera, fue una grada que estuvo llamando a todas aquellas personas que la llenaron durante una semana gracias a redes sociales, medios de comunicación y el boca a boca de todos. Vinieron los de siempre, los de "de vez en cuando", los de "si puedo me paso", incluso algunos de los jugadores del primer equipo del Balonmano Ciudad Encantada, el equipo de mayor categoría deportiva en la ciudad. Una grada "guinda" para toda una temporada perfecta en lo deportivo y en lo profesional.

Ahora, desde la lejanía, miro con recelo y con ganas de volver a compartir todas aquellas sensaciones al tiempo que sufro viendo cómo mis antiguos compañeros se hacen sitio en su nueva división a base buen juego, sacrificio y seguir luchando por ser el reflejo para los que, cada vez en mayor número, se van afiliando al rugby en Cuenca.

Señores, feliz año 2017, nos vemos pronto.


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