11/11/18

Barro y cerveza

Fotografía de Alejandra Marín


Tostada, con aroma intenso a barril y briznas de petricor. Algo densa en la boca, con una explosión de adrenalina en trago final. Rugby y cerveza. Dos términos que se hermanan, pero que quizás en la modestia de lo local, siguen guardando el sentido con el que tanto se presume a día de hoy esos 'valores' que algunos les gusta abanderar para intentar compensar la falta de atención a este deporte, en comparación a otros a los que desmerece.

Y me da igual. Llevo tres años intentando animar, contando, persuadiendo a conquenses y no conquenses de que tienen que, por lo menos, ver un partido de rugby. Puedes convertirte en un sábado en un puto yankee viendo un deporte con tu cerveza en la mano y jadeando a tu equipo como un loco, que simplemente serás uno más de los valientes que placan metafóricamente al temporal y al frío cemento donde posan el culo en las gradas del Ocaña para ver nuestra disciplina.

Y es así. Por mucho que en el grupo de whatsapp de tus amigos digan que la cerveza no es buena para el deporte, por mucho que lo haya dicho este artículo de la revista de este periódico, la cebada  calma de excelente manera sin receta el dolor de 80 minutos de golpes incesantes, de lametones de barro al caer con tu cara al suelo y de disputadas carnicerías de orejas en la melé.

Es tal la locura, vista por los de afuera, y la pasión, vista por los de dentro, que desata en mí su práctica, que si aún así sigue pareciéndoles extraño esta combinación de ostias sin velos del tipo 'falta en ataque' o 'bloqueos', tan a pelo, tan carnal... siempre puedes contar con el hecho de que el premio a tan desembocada e infernal disputa sea una buena cerveza y un plato de comida.

Así que, por el amor de Dios, para los religiosos, y el propio y ajeno, para el resto de los mortales, vengan a ver un partido de rugby. Aquí hay cerveza, pero no la bebemos para disimular el aburrido tránsito del tiempo de juego, sino que no consideramos ejercer nuestro derecho de espectador sin ella.
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2/11/18

No es deporte de pocos

Momento en que, al realizar un placaje, me luxé el húmero - Foto: J.García 
358 días, jornada arriba o noche abajo. Un mundo eterno que se me arrebató con el mismo movimiento que mis lánguidos ligamentos se desprendieron ante el impacto propio de golpear demasiado alto una mole de algo más de 120 kilos de peso.

Una metáfora idónea de Ícaro. El placar/volar demasiado alto tiene consecuencias y, como el triste protagonista del mito, caí tocando fondo.

Un suburbio de mentiras, de creer que sólo fue una pesadilla pues, a la semana del traumático traumatismo, me sentía con fuerzas incluso para repetir la hazaña que me llevó a la enésima luxación sufrida por un hueso de mi cuerpo, solo que esta vez no era moco de pavo. Así, y tras la verdad de ver el interior más allá de la confianza, con una prueba de resonancia magnética más concretamente, se iniciaba un duro itinerario en el que perdí la fe en ocasiones incontables.

Pero la unión que se constituye entre los brazos de una melé, aguanta más allá de lo que pueda hacer ver un buen empuje contrario. No decaer, creer, disimular la pérdida del interés, el 'no volveré a hacerlo' como engañifa a mi propia creencia y deseo... y a quién pretendo mentir, si se me desenmascara la sonrisa cada vez que hay brizna de césped húmedo apelotonado en el bajo de las botas, orejas enrojecidas del roce desmesurado con los apestosos muslos de la primera línea, el choque de cuerpos que hacen temblar el suelo y la explosión de gozo al posar un balón de bote irregular y desdibujado en zona de marca contraria, para luego dar la mano hasta el último de los rivales, por tener la presencia y señorío de hacerte partícipe de todo ello.

Sentir que estás vivo, que renaces tras tocar los infiernos, es también parte y fruto no solo de uno, sino de todo el resto. Por ello es la condición de colectivo de la que más se enorgullecen los que defienden esto. Pues sin rival no hay disputa, sin juez no hay juego, sin todos ellos y nosotros mismos, no hay rugby.

358 días después de la lesión, ensayo con A Palos frente al CR Albacete (18/19) Foto: J.García



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27/7/18

Errores puntuales

Luis Ayllón da indicaciones a sus jugadores en uno de los descansos del partido ante el Getafe / Mario Gómez


Cuando Luis Ayllon termina su segundo partido de pretemporada donde el Getafe le mete 0-5 y declara que "no han sido inferiores a su rival en el juego salvo por errores puntuales", me hace pensar en la insconsciencia del valiente y en que, si hubiera hecho caso a mi madre y hubiese terminado ADE, lo mismo estaría vendiendo preferentes sin remordimientos, pero cometí tres o cuatro errores puntuales.

Ayllón me parece, a rasgos exagerados, un Luis Enrique 'amable' que quiere salir del armario en el que se agolpan los defensores del "juego al toque" como Guardiola o Setién, figura esta última por la que Luis siempre ha dicho sentir admiración, y así trató de registrarlo una pretemporada más.

La salida del balón del Conquense me recordó a mis entrenamientos de fútbol sala de salida de presión desde saque de puerta. Nada de utilizar mi brazo de lanzador de balonmano frustado y colocar la bolita en la inmediación del area contraria, pase corto y de aquí se sale con dos paredes o prepárate para contrataques tan cortos y rápidos que parecerá que atraviesan una zona sensible de tráfico regulada por lectores de matrículas. 

Poco resumen más hago. Entre el empecinamiento del Conquense de ser el Betis castellano-manchego ante todo un Primera División que no quería milongas, imperó el 'patadón y a correr' digno del futbol modesto y 'de pugna y barro' tan típico de Tercera y Segunda B, por medio de Jon Vega y Fran Simón como pareja de centrales. Dos 'rocas' que se resquebajaron ante el 'papel' que hicieron los azulones en La Fuensanta. Era imposible seguir las reglas ante el poderío capitalino. 

Y es que el Getafe pareció pagar con rabia futbolera –y una presión tan intensa como la del pecho del presidente cuando le dijeron que "si no entra la ambulancia al campo, aquí no se juega"– el hecho de los distintos contratiempos que a día de hoy se dirimen entre la "omisión" de unos o la "falta de previsión" de otros. 'Casi ná'

Volviendo a Ayllón –y para no dar más de sí un partido donde las conclusiones las debe sacar el propio técnico, quién se encarga en estas fechas de la mejora, preparación y acondicionamiento de sus jugadores– fue un reflejo de lo que demuestra desde su llegada. De un carácter y valentía capaz de contestarle a todo un presidente enfurecido con una plantilla de juveniles que 'no son merecedores de un escudo'. Un arrojo que otros tacharíamos de ingenua osadía.

Y es que amigos, qué sería de nosotros sin unos cuantos errores puntuales.
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29/6/18

Aprendizaje constante



El misterio que siempre nos lleva a ir más allá, o a retirarnos en la vaga persistencia, es la superación de los enigmas que se nos abren ante el paso temporal de nuestro destino. Y el caso es que mientras en la teoría matemática 2 + 2 son 4, traspasado al terreno, la solución a cualquier suma de acontecimientos que se nos pone por delante se vuelve un número pi que corta su cola decimal en el momento de que superamos la adversidad. Enhorabuena, lo has conseguido.

Pero no siempre somos controladores de ese punto y final concreto que no es más que el salto a un nuevo acertijo y descifrado de situaciones más desafiantes. Suele ocurrir que a veces, por más impresión de que ocurren cosas a medida que vamos apretando botones, las reacciones no obedecen a nuestros cálculos y órdenes.

No somos nada más que unos críos gordos encajados en un coche lujoso de batería que de repente vemos que está manejado por nuestros padres con un control remoto. Ay, la asunción de que hemos sido engañados. Una sensación que cuesta de alcanzar pero que es incluso más dañina cuando somos nosotros mismos los que tejemos la trampa donde luego caemos. Que puedes utilizar términos que hagan sorprenderte como "trampa" o "caer", acciones que pareces no controlar, pero es mucho más sano asumir el autoengaño reconstruyéndolo pictográficamente como un cerdo retozando en su propios desperdicios.

Y quizás la perfección (o nuestra ilusión de la misma) sea el darse cuenta de esas inestabilidades, en el caos que esquivamos día a día como el pie que evita en el último instante llamar a la suerte espachurrando un ñordo de can en la acera. Porque, ¿quién no ha deseado coger el mando, irse a "habilidades" y llenar las barras del "pro" al 99 para luego ir paseando por un Camp Nou virtual dejando a la altura de un aficionado a Lionel Messi? Pues a lo mejor alguien que no sabe que en la fórmula del acierto-error lo que nos alquitrana el camino hacia ese objetivo es el aprendizaje constante. Nunca lo olvide.


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15/6/18

Crítica de un bostezo

Hay algo que me quita parte de mi profundo sueño, que me acongoja el pecho en ocasiones  y que no logro comprender dada la infantil curiosidad de preguntarle por qué a un porqué. La siniestralidad con la que topamos en la red, de fieras salvajes aguardadas en la esquina del timeline cuando hacemos scroll. Una lapidación constante de manos no demasiados rápidas, pero si casi transparentes. Espejismos que se pueden ver y leer pero no reprochar.

Hace no demasiadas semanas leí que vivíamos en una "cultura de los ofendidos". Que el futurístico objetivo con el que nacieron las redes de salvaguardar distancias para acercar a las personas se ve más mancillado que nunca, logrando que uno se lo piense dos veces antes de abrirse una cuenta en Twitter. Ya puede usted hacer un "bostezo" de no más de 140 caracteres, que habrá quien presuma de "la carrera de su vida y de la calle" para  corregir el angulo de apertura en la quijada, la manera de llevarse la mano a los morros o cómo se atreve uno a bostezar, que eso es un acto de repudia y ofensa ante los que han dormido ocho o nueve horas y ya llevan tres cafés cuando aun no asoma ni la hora del almuerzo.

Me tambalea el ímpetu por este miedo a ofender, y de hecho, este síntoma ya se puede considerar como algo ofensivo, puesto que ello indica que soy propenso a la ofensa. ¿Lo han entendido? Yo tampoco.

Ante esto, admiro con pasión el status de los que se dedican a esto y encajan y rechinan los dientes mientras hombres de carne y hueso, unas veces ocultados tras ínfimas máscaras y otras a pelo y sin marcha atrás, se dedican a lanzarles de todo o "de tdo". Quizás sea cuestión de un botón, de creer en las ideas y entender que no hay verdad, o mejor dicho, no hay palabra que agrade a todos por igual. Bueno, salvo "gratis" ¿o tampoco?

El paso firme sólo se establece tras haberse quebrado un par de veces las piernas al caminar. Y seguramente no es algo que te enseñe un libro, ni un powerpoint leído o ni siquiera una tabla de excel. Precisamente serán esos elementos, bien contrastados, investigados y asimilados en un hecho, los que ayudarán a aguantar la lluvia así sea junio. Ya que, total, no es algo que nunca se haya visto antes, pero escasea a medida seguimos deslizando el dedo a través de la pantalla.





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13/6/18

No es torneo para flacos: el FAT Rugby



En el amplio refranero español dificilmente habrá enseñanza que cargue nuestro sentimiento de impulso y voluntad como la de "no hay huevos". Tres palabras, un mundo y el caos a su porvenir y una leve cuestión de responsabilidad que pasa desapercibida con la rapidez que aceptamos los términos y condiciones del servicio.

Así nacen mil y una catástrofes y otras mil y una aventuras. El FAT Rugby, torneo organizado por el Quebrantahuesos Rugby Club, es uno de tantos frutos que ha otorgado el atrevimiento de la reconocida pregunta. En su tercera edición, el Club Rugby A Palos fue invitado a participar en una competición donde quizás ese término, el de competir, es el que quede más relegado en una hipotética pirámide de  "FAT" Maslow.

Es un torneo exclusivo, puesto que sólo los que superen un peso pueden participar, e inclusivo a la vez, mete a los delanteros en este tipo de competiciones en las que suelen quedar relegados. Ya se sabe, el verano para los alas y los tres cuartos es como las navidades para un crío. Es el momento en el que reciben todos aquellos balones que durante la temporada regular esperaban en la banda para realizar su estilizada carrera y salir en la foto del ensayo.


Con todo, para allá que fuimos. Más de cinco horas de viaje para aterrizar en la Plaza Mayor de Monzón, coger el primer "mini" de cerveza Ámbar y estar cantando "Somos de Cuenca, somos de Cuenca, viva la madre que nos parió" a los cinco minutos de ser entrevistados por el equipo de comunicación del torneo, con cámara y micrófono en mano. Mucho disfraz, mucho cachondeo en el pesaje y dos mesas enteras de comida que la expedición conquense ni cató. Para cuando por fin estuvimos todos y todas acreditados y marcados en el brazo con nuestro peso correspondiente...en los platos de plástico sólo quedaban patatas rancias y pan. Ante tal desconcierto, la cerveza fue la cura de los dolores, tal y como ocurre después de los partidos.

Hubo a quien la noche se le hizo más larga de lo esperado por las sinousas calles de Monzón. Los que queríamos descansar para competir el día siguiente (que los habíamos) comprendimos pronto que este torneo no es para eso, y que el polideportivo que acogía a los participantes tiene una resonancia magnífica para potenciar los ronquidos. Una coral grupal de tartamudeantes aspiraciones que estremecerían a cualquier director de orquesta. Lejos de parecer un coro de adolescentes imitando a los Backstreet Boys, los gruñidos y respiraciones frondosas se acompasaban y establecían un intercambio hasta divertido cuando uno asimilaba que iba a ser imposible conciliar el sueño. Llegada el alba, los ronquidos dan paso a los jugadores que volvían del séptimo u octavo tiempo para descansar un par de horas antes de jugar. Las risas nerviosas por cualquier estupidez se intercambian con los "chistidos" y, cuando no eransuficientes, se mentaba a ancestros ya fallecidos. Todo con mucha calma y conciliación eso sí.
Ya en el campo el día transcurrió entre el desatino de los resultados,  gastar entre partido y partido el bono de cervezas que daba la "gordanización" y refrescarse con los aspersores del campo. Tras la pausa para comer, los servicios de emergencia vieron incrementada su faena y es que, ¿a quién se lo ocurre poner de comida fabada? Pues con el guiso y la carne en el gaznate moviéndose a ritmo del trote cochinero de los jugadores de más de cien kilos siguió el evento. En los dos campos, los pesados contendientes se intercambiaban placajes, mauls, ensayos y alguna que otra caricia (siempre bajo la cortina de los rucks), nada nuevo. En la medianilla, la música daba espacio al cachondeo, los bailes y el concuros de mejor barriga. Ay, tantos consejos de belleza y nadie nos dijo que para ganar sólo había que pintarse una cara en la panza.

¿Quién gano? Pues... ¿a quién le importa? El pitido final llevó a la entrega de trofeos, un recuerdo con chapa por un fin de semana que, si no fuera por las fotos, más de uno no recordaría nada. Volvería la gran protagonista, la cerveza. Ámbar para parar un camión (que se paró), una buena cena cargada de calorías y una banda bien apañada cantando éxitos de ayer y antes de ayer. Ni la lluvia pudo con el punto y final de un torneo que para un delantero de rugby debería de ser como La Meca para los musulmanes, de obligada participación al menos una vez en la vida.




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16/5/18

No es deporte para pamplinas (II)

Final. Pitido final. Se acabó. Adiós. Hasta la vista baby... Me despido de tí con un alzamiento de brazos y una sonrisa. Qué jodienda, qué maratón. Se acabó.


Un telón verdinegro cayó sobre el plastificado césped del Campo del Río Turia. Detrás de la gran lona imaginaria, varios conquenses amoratados celebran un título inexistente: han logrado el mejor puesto en la historia de su club desde que el levante le abrió las puertas para que pudieran jugar con una elipse más allá del Parque de Los Príncipes (que, aunque tenga el mismo nombre que el estadio de fútbol del París Saint-Germain, es un parque de Cuenca).

La temporada ha sido dura. Inicio tardío, lesiones, un trono que va de mano en manos como quemando las tripas de aquel que se quisiera sentar en él. El objetivo siempre el mísmo: "Disfrutar del rugby". Cuando el periodista local saca un hueco para hablar de rugby en una ciudad como Cuenca, pregunta esto a los y las practicantes del oval como esperando que la valentía que demuestran en el campo al enfrentarse a puro golpe de fortaleza a rivales de similar o superior envergadura y peso se corresponda con su actitud frente al micrófono. Es el momento del comodín. "El objetivo es disfrutar del rugby". Una capa de invisibilidad que oculta mucho más.

En los seniors, supone un mantenimiento de categoría y la licencia para soñar a mitad de temporada con hacer algo que avive a la pequeña masa de feligreses locales y aficionados externos que cada vez van más en aumento por las iniciativas en comunicación del club (sí, no me hace falta abuela pa´ echarme flores) y a padrinos agradecidos como Javier Señaris, distinguido periodista especializado en rugby con peso en el panorama mediático oval. Supone un espejo en el que se miran muchas personas: los jóvenes como un ideal a alcanzar; la directiva como un año más en el que la llama del rugby no se apaga; los curiosos en un deporte que muchas veces no entienden pero que llega a fascinar y horrorizar a partes iguales.

En el femenino no me atrevo ni a describirlo por su persistencia. Disfrutar del rugby en sí. Ver como mujeres rompen muchas más puertas que estereotipos y logran mantener una ilusión que sus compañeros masculinos alcanzaron ya hace un lustro: el poder medir su habilidad con rivales bajo el techo de una competición.

En la cantera lo es todo. Un futuro. Un camino construido piedra a piedra. Mientras algunos tienen un camino rodado que se llena de baches por la ambición desmedida y las deudas, el rugby conquense camina despacio, con pies de plomo y esperando que cada vez sean más los que ayuden a crear esa carretera. Un camino que ni es dorado ni lleva a Oz, pero que es nuestro camino. La vía para "disfrutar del rugby".




FOTOGRAFÍAS DE ALEJANDRA MARÍN 

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8/5/18

Sergio Olmo: "El objetivo es fomentar el rugby en Castilla-La Mancha y que se nos vea a nivel nacional"

En una esquina del vasto Luis Ocaña hay una docena de jugadores que forman un collage de camisetas variopinto y colorido. El amarillo del Linces de Albacete junto al negro con líneas azules de la elástica del Rugby Hellín. Un murciélago amarillo sobre el pecho del representate del Club de Rugby Albacete se escode tras el verdinegro local de la vestimenta de los tres jugadores del Club Rugby A Palos. Entre todos sobre sale la indumentaria blanca del Quijote Rugby de Yuncos.

Sergio Olmo da indicaciones a sus jugadores - David Bruno
Jóvenes con una excepción. Un dedo que sobresale del rosco de jugadores sub-16 señala a la otra punta del campo. Brazos que asoman sobre las futuras promesas del juego con oval. Se trata de Sergio Olmo, entrenador del combinado regional sub-16 de rugby seven. Natural de Puertollano, Olmo lleva desde comienzos del curso deportivo 2017/18 practicando y ojeando a los que hoy componen la selección castellano-manchega de rugby sub-16. 

Una conjunción de casi 15 jugadores llegados de varios puntos de la extensa comunidad autónoma. Pequeñas promesas unidas por un lazo que no abarca a sus representantes senior de cada club. Mineros de Puertollano compite en Andalucía, Quijotes en la Comunidad de Madrid, A Palos de Cuenca, Caudete Rugby Unión y CR Albacete lo hacen en la Federación de Rugby de la Comunidad Valenciana... Equipos que ante la inexistencia de una Federación de rugby regional (en la actualidad lo que existe es una Delegación de Castilla-La Mancha) compiten cada uno en un costado de su geografía, amparándose en la acogida de las federaciones vecinas.

Sin embargo, la profileración de una fiebre elíptica hace que el rugby junte lo que separan las distancias. Bajo el paraguas del programa de Competiciones en Edad Escolar del Gobierno Regional, las categorías base de estos equipos se juntan en sus diferentes campos y cumplen una vez al año como anfitriones del resto de sus paisanos. Un hospedaje en forma de partidos, formación y fomento del rugby. De aquí surge la llamada a formar un combinado que represente al rugby regional y es aquí donde Sergio Olmo realiza su labor.
Selección sub-16 Castilla-La Mancha en Cuenca - David Bruno

"Llevamos varios años trabajando con clubes de Castilla-La Mancha. El año pasado se intentó hacer una selección para el campeonato de España pero se realizó con poco tiempo y no se pudo inscribir. Este año se retomó la iniciativa con el objetivo de participar y sobre todo, fomentar el rugby en Castilla-La Mancha y que se nos vea a nivel nacional", argumenta el técnico.

Tras Cuenca, esta selección volverá a practicar en la última de las convocatorias de este año, que tendrá lugar en Yuncos (Toledo), para más tarde realizar una convocatoria final "en una sede lo más neutral posible para facilitar los desplazamientos". Todo ello con el objetivo de llegar de la mejor manera posible al compromiso final: el campeonato nacional de selecciones autonómicas que se disputará a finales de junio en la localidad valenciana de Cullera.

"Las sensaciones son positivas", declara Sergio. "Son varios los años que llevan los escolares  jugando juntos y se conocen gracias a este tipo de concentraciones. Aunque hay chicos que se van uniendo como es el caso de Víctor (A Palos Cuenca) que se unió esta temporada. En cuanto hemos empezado a juntarlos y a trabajar, están jugando bien y bonito. No podemos compararnos en cuanto número de licencias federativas como otras comunidades, pero el nivel ha sido alto y ha habido mucha competencia para poder escoger a los doce jugadores".

EL FUTURO CONQUENSE: VÍCTOR, MIGUEL Y JUANMA
Victor de los Ángeles junto a Miguel Esparcia - David Bruno

Víctor de los Ángeles, Miguel Esparcia y Juan Manuel Colmena son los tres jugadores que el A Palos Cuenca ha aportado al combinado regional. Los tres conquenses se midieron en el amistoso de preparación en la pasada concentración a compañeros de su equipo. Un partido donde la selección regional se enfrentó a un combinado de jugadores de todos los clubes participantes en la concentración del Luis Ocaña. El resultado fue una clara victoria de la formación de Sergio Olmo por 12-47. Entre los ensayos conseguidos por el conjunto vencedor, varios tuvieron sello conquense.

Estos tres jugadores serán la representación de un trabajo que nace desde la labor informativa y de promoción en los institutos. Si bien lo de Colmena le viene de familia, el caso de Víctor es de explosividad y adaptación a un deporte que apenas lleva un año practicando, pero que le ha valido para llamar la atención del seleccionador.

Un resultado con mucho trabajo detrás que, por muy mal que pinte el futuro, se considera básico para mantener viva la esencia del rugby conquense.


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12/2/18

No es deporte para pamplinas

Que se suelten la coleta los que la lleven, pero ojito con dejar el pelo demasiado al aire porque puede servir de perfecto lastre ante la estampida rival. El partido de este domingo acabó con mis nervios internos y agrandó el diametro de mi garganta emocional al tener que tragar demasiado desde la banda a sabiendas de mi imposibilidad de entrar en el campo y, al menos, permitir equivocarme yo mismo.

No sé cuanto de responsabilidad tiene el hecho de no haber podido entrenar  ni miércoles ni viernes, ni cuanto de duro pudo llegar a ser el juego rival (aunque viendo la expulsión por juego peligroso uno puede dudar entre casualidad o causalidad). Dicho lo cual ya es de por sí que se le siga poniendo la cara de "empanados" a ciertos clubes ante los ojos de la instituciones municipales. La sesión preparatoria del miércoles estaba planificada en el Campo de Los Tiradores, el cual estaba completamente nevado e impractible. Ante esto, el IMD actúa en consecuencia con el deber que le debe a sus usuarios y habilita al club la alternativa de utilizar el campo de La Beneficiencia, si bien a un horario mucho más díficil (22:00 horas de la noche), hecho ante lo cual cuerpo técnico y jugadores decidieron rechazar cordialmente la proposición a esperas de poder trabajar el viernes con total normalidad sobre el césped del Luis Ocaña. Pero no fue tal que así. El equipo asiste al escenario donde compite como local en una liga valenciana y se encuentra con la prohibición de pisar el césped por el delicado estado en el que se encuentra tras las nevadas. Todo esto a escasos minutos de comenzar la sesión y sin proponer alternativa alguna para la ejercitación de los jugadores. Con el campo pagado pero ante esta adversidad, la solución son dos horas de charla técnica, debate entre la plantilla y poner muchas cartas sobre la mesa que terminan por cambiar la capitanía del equipo. Una mochila llena de responsabilidades que llevaba tiempo en la espalda de una de los pilares de mi pasión por este deporte y más aún, de que esto crezca año tras año y no se convierta en una repetición efímera de una moda de los 90. Y somos jugadores de rugby para soportar grandes cargas y golpes, pero no dioses para actuar y aguantar como si ello no tuviera consecuencias.

Pero volviendo al partido del domingo, da la sensación de que tenemos una alegría precoz y fugaz de lo que debe imprimir este deporte. Mires, leas y escuches cuantas entrevistas quieras a cualquier componente del equipo, podría cambiar la fecha, la voz o el puesto, pero siempre hay un mismo mensaje: "jugamos para disfrutar del rugby", y no es esa la sensación que ofrece el equipo en su totalidad. Corremos a dar los primeros, y nos limpiamos las manos para luego llevárnoslas a la cabeza cuando el golpe es devuelto por multiplicado.

Hay rabia acumulada  que se suelta felizmente cuando se hacen las cosas bien, como todo. La presión en un escenario en el que sabes que puedes ser carnaza de golpeo de un tío que te dobla el peso, puede asimilarse a darse un pequeño buceo por Las Marianas. Pero hoy día ha cambiado la sensación, la reacción al error. La bajada de brazos. Mucho grito pero poca simbiosis. El espíritu de Albacete parece eso, un espectro. Un espejismo que se manifestó durante 80 brillantes minutos en Cuenca y quién sabe si ya se ha embarcado junto a Caronte para no volver, si nos visitará dentro de un tiempo como hacen los cometas por el sistema solar o si lo volveremos a despertar de una siesta que, por el momento, es la envidia de un servidor (porque está durando demasiado).

Sabemos a lo que venimos. Soy el pefecto ejemplo de que el jugar para algo que no sea la correcta cordinación de las acciones individuales con la planificación del equipo se paga muy caro. A muchos nos gusta hacer sentir que somos duros, que demostramos algo que otros deportes no pueden alcanzar. Llenar el vacío de afición que tenemos con palabras que se hacen demasiado grande en la boca y no en el corazón. Aquí no se viene a peinarse, a lucir botas o a hacer bailes tras una marca. Este juego representa, tal y como dice el texto que se lee antes de cada partido en el vestuario conquense, "una entrada en la vida".

El objetivo no es más que la entrega del potencial de cada uno. Un esfuerzo que compone la pieza de un engranaje que empuja con 15 ruedas y otras muchas tras él. Piezas que deben saber su potencial, modificar su esfuerzo en la medida de que se acople en perfección al resto, saber hacer aquello y simplemente aquello que saben hacer, trabajarlo hasta la perfección, comunicar sin que un grito de corrección aporte más dudas que confianza en el compañero y jugador...

Dejemos las pamplinas. Dejemos de lamentaciones y volvamos a disfrutar de esto, que es para lo que estamos aquí. Volvamos a dar alegría al choque. A mover el melón hasta la esquina sin que caiga y pasando por las manos de todos. No es algo imposible, porque ya habéis demostrado hacerlo antes.




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25/1/18

25 años desde que Cuenca fuera el epicentro del rugby nacional

En 1993, el estadio de La Fuensanta acogió la final de la Copa SM El Rey de rugby entre el Getxo y el Salvador

El rugby crece a grandes pasos y cada vez acuden más espectadores a disfrutar de este deporte. Se llenan más gradas y se acentúa esta corriente a trasladar citas importantes del oval a escenarios muy ilustres y de gran aforo.  En el pasado junio de 2017, el Campo Nou fue completado por los aficionados del rugby en la final del Top 14 (campeonato de rugby francés) entre el Toulon y el Racing 92, marcando una cifra récord de asistencia a un partido de rugby rozando casi las 100.000 personas (99 124 AU CAMP NOU : UN RECORD MONDIAL !).

Tras el Camp Nou, este año, será San Mamés quien acogerá las finales de competiciones continentales de rugby: la Champions y la Challenge cup. Pero no sólo han sido las competiciones europeas las merecedoras de instaurarse en los grandes templos del fútbol.

El récord de asistencia a un partido de rugby en España se batió el pasado 2016 en la final de la Copa del Rey, celebrada en el Estadio de Zorrilla (campo del Real Valladolid CF) con 26.000 personas (Récord de espectadores y... de personalidades) en el partido entre el VRAC y el SilverStorm El Salvador (9-13). Una cifra que casi se repitió un año despues, de nuevo en la final de la Copa del Rey en el mismo escenario vallisoletano entre la UE Santboiana y el SilverStorm El Salvador (16-6) que reunió a más de 23.000 aficionados.

Para este 2018, la final de la Copa SM El Rey cambiará de ubicación y viajará hasta Valencia. El Ciutat de Valencia, campo del Levante UD, acogerá la final de este torneo de rugby. El estadio granota tiene capacidad para 26.354 espectadores y espera repetir registros de audiencia.

Pero, ¿a cuento de qué todo esto? Resulta que pese a que en estas líneas aparecen grandes estadios y números de altas competiciones hace algún tiempo, unos 25 años aproximadamente, Cuenca tuvo el distintivo honor de acoger una final de estas características. La Final de la Copa del Rey entre el Getxo RC y el Dulciora Salvador (actual SilverStorm El Salvador vallisoletano) tuvo lugar en el campo de La Fuensanta en junio de 1993.

En aquellos días, un Club Rugby Bonco Cuenca se instauraba en la Segunda División Madrileña. La expansión del oval en Cuenca y el buen estado del campo de La Fuensanta, lugar donde el XV Conquense celebraba sus partidos por entonces, llevaron a la Federación Española a nombrar el hoy templo de la UB Conquense como escenario ideal para la celebración de una final de rugby.

Fue el 5 de junio de 1993. El Getxo RC y el Dulciora Salvador se enzarzaron en un competido partido que finalizó 6-13 a favor del equipo chamizo, siendo el primer título copero de El Salvador en su historia. Periodistas conquenses como Javier Semprún o Raúl del Pozo escribieron sobre la celebración de una final en La Fuensanta que acogió a más de 2500 personas. Un evento que organizó el CR Cuenca y que quedó para la historia.


Un cuarto de siglo después, el rugby en Cuenca ha vuelto a coger impulso a base de pequeños esfuerzos, resurgiendo de las cenizas de aquel CR Cuenca de los años 90 y haciéndose hueco entre las entidades del rugby levantino.La situación ha cambiado ligeramente de cuando entonces, en la que el equipo conquense de rugby entrenaba en el Obispo Laplana y sólo jugaba en La Fuensanta. Ahora lo hace en pista (Fuente del Oro), césped artificial (Los Tiradores) y césped natural (Luis Ocaña) una vez por semana y dos si hay partido. Por su parte, el Estadio de La Fuensanta se ha convertido en un terreno exclusivo de la UB Conquense, e intenta a día de hoy acoger una nueva final de la Copa del Rey, la de fútbol juvenil.

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8/1/18

"Como en casa, en ningún sitio"

Luis Ayllón, técnico de la UB Conquense,
en la banda de La Fuensanta durante un partido

Tras la victoria de ayer ante La Roda, la Unión Balompédica Conquense acumula ya nueve victorias consecutivas en el escenario de La Fuensanta. Un pilar indiscutible de su actual posición de la tabla y del resurgir ante el duro inicio de temporada.

Tirando de "media inglesa", el conjunto blanquinegro ha ido sumando poco a poco lejos de Cuenca para hacerlo de tres en tres cuando cumplía condición de local. Unos datos que avalan el incremento moral del equipo. Los resultados siguen una metodología digna de la fase final de España en la consecución de su primera mundial. El "1-0" es su resultado más repetido en lo que va de campaña (1 de cada 4 partidos obtiene este resultado con triunfo balompédico). Una victoria por la mínima a la que tenemos que añadir el factor "portería a cero", estadística que ha repuntado con la llegada del veterano David Sierra al marco conquense.

El Conquense es el mejor equipo local del grupo 18 de la Tercera División. Acumula 9 victorias consecutivas (no pierde ni empata desde el 10 de septiembre de 2017) por dos derrotas (los dos primeros encuentros en casa ante Albacete B y Villarobledo, ambas derrotas por 1-2). La plantilla de Luis Ayllón acumula 27 puntos de 33 posibles en casa, sacando tres de ventaja al Deportivo Guadalajara, segundo mejor equipo como local con 24 puntos (7 victorias, 3 empates y una derrota).

El buen hacer en la Fuensanta es notable en comparación a los datos totales del equipo: 9 triunfos de los 11 conseguidos (81%), 27 puntos conseguidos en Cuenca de 37 totales (73%). El Conquense marca en casa el doble de los goles  que encaja (18-9) mientras que iguala sus registros como visitante en goles a favor y en contra (11-11).


ESTADIO BLANCO, NEGRO Y...ROJO

Otras de las características que llaman la atención de la Fuensanta son las tarjetas, las rojas más concretamente. En el escenario conquense se han mostrado 13 cartulinas rojas, es decir, 1'2 tarjetas rojas por partido, más que en ningún otro campo del grupo 18. De las 13 expulsiones, 4 han sido para el bando balompédico y 9 a conjuntos visitantes.

Parece un récord difícil de alcanzar, pero el "Manuel Trujillo", campo del Almagro CF está al acecho. El escenario almagreño ha visto 10 tarjetas rojas, seis dirigidas a locales y cuatro a visitantes.

Los datos al fin y al cabo pueden parecer lejanos al sentimiento o a la sensación que se imprime en un estilo de juego. Lo cierto es que la configuración de este Conquense se adapta con mayor facilidad al terreno vasto que ofrece La Fuensanta, y ello provoca también que los rivales recurran a acciones antirreglamentarias para erradicar este juego. Sería a grandes rasgos la principal conclusión de lo narrado hasta aquí, pero como se suele decir, los partidos se ganan en el campo.

© El Otro Mario Gómez

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