11/11/18

Barro y cerveza

Fotografía de Alejandra Marín


Tostada, con aroma intenso a barril y briznas de petricor. Algo densa en la boca, con una explosión de adrenalina en trago final. Rugby y cerveza. Dos términos que se hermanan, pero que quizás en la modestia de lo local, siguen guardando el sentido con el que tanto se presume a día de hoy esos 'valores' que algunos les gusta abanderar para intentar compensar la falta de atención a este deporte, en comparación a otros a los que desmerece.

Y me da igual. Llevo tres años intentando animar, contando, persuadiendo a conquenses y no conquenses de que tienen que, por lo menos, ver un partido de rugby. Puedes convertirte en un sábado en un puto yankee viendo un deporte con tu cerveza en la mano y jadeando a tu equipo como un loco, que simplemente serás uno más de los valientes que placan metafóricamente al temporal y al frío cemento donde posan el culo en las gradas del Ocaña para ver nuestra disciplina.

Y es así. Por mucho que en el grupo de whatsapp de tus amigos digan que la cerveza no es buena para el deporte, por mucho que lo haya dicho este artículo de la revista de este periódico, la cebada  calma de excelente manera sin receta el dolor de 80 minutos de golpes incesantes, de lametones de barro al caer con tu cara al suelo y de disputadas carnicerías de orejas en la melé.

Es tal la locura, vista por los de afuera, y la pasión, vista por los de dentro, que desata en mí su práctica, que si aún así sigue pareciéndoles extraño esta combinación de ostias sin velos del tipo 'falta en ataque' o 'bloqueos', tan a pelo, tan carnal... siempre puedes contar con el hecho de que el premio a tan desembocada e infernal disputa sea una buena cerveza y un plato de comida.

Así que, por el amor de Dios, para los religiosos, y el propio y ajeno, para el resto de los mortales, vengan a ver un partido de rugby. Aquí hay cerveza, pero no la bebemos para disimular el aburrido tránsito del tiempo de juego, sino que no consideramos ejercer nuestro derecho de espectador sin ella.
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2/11/18

No es deporte de pocos

Momento en que, al realizar un placaje, me luxé el húmero - Foto: J.García 
358 días, jornada arriba o noche abajo. Un mundo eterno que se me arrebató con el mismo movimiento que mis lánguidos ligamentos se desprendieron ante el impacto propio de golpear demasiado alto una mole de algo más de 120 kilos de peso.

Una metáfora idónea de Ícaro. El placar/volar demasiado alto tiene consecuencias y, como el triste protagonista del mito, caí tocando fondo.

Un suburbio de mentiras, de creer que sólo fue una pesadilla pues, a la semana del traumático traumatismo, me sentía con fuerzas incluso para repetir la hazaña que me llevó a la enésima luxación sufrida por un hueso de mi cuerpo, solo que esta vez no era moco de pavo. Así, y tras la verdad de ver el interior más allá de la confianza, con una prueba de resonancia magnética más concretamente, se iniciaba un duro itinerario en el que perdí la fe en ocasiones incontables.

Pero la unión que se constituye entre los brazos de una melé, aguanta más allá de lo que pueda hacer ver un buen empuje contrario. No decaer, creer, disimular la pérdida del interés, el 'no volveré a hacerlo' como engañifa a mi propia creencia y deseo... y a quién pretendo mentir, si se me desenmascara la sonrisa cada vez que hay brizna de césped húmedo apelotonado en el bajo de las botas, orejas enrojecidas del roce desmesurado con los apestosos muslos de la primera línea, el choque de cuerpos que hacen temblar el suelo y la explosión de gozo al posar un balón de bote irregular y desdibujado en zona de marca contraria, para luego dar la mano hasta el último de los rivales, por tener la presencia y señorío de hacerte partícipe de todo ello.

Sentir que estás vivo, que renaces tras tocar los infiernos, es también parte y fruto no solo de uno, sino de todo el resto. Por ello es la condición de colectivo de la que más se enorgullecen los que defienden esto. Pues sin rival no hay disputa, sin juez no hay juego, sin todos ellos y nosotros mismos, no hay rugby.

358 días después de la lesión, ensayo con A Palos frente al CR Albacete (18/19) Foto: J.García



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