16/5/18

No es deporte para pamplinas (II)

Final. Pitido final. Se acabó. Adiós. Hasta la vista baby... Me despido de tí con un alzamiento de brazos y una sonrisa. Qué jodienda, qué maratón. Se acabó.


Un telón verdinegro cayó sobre el plastificado césped del Campo del Río Turia. Detrás de la gran lona imaginaria, varios conquenses amoratados celebran un título inexistente: han logrado el mejor puesto en la historia de su club desde que el levante le abrió las puertas para que pudieran jugar con una elipse más allá del Parque de Los Príncipes (que, aunque tenga el mismo nombre que el estadio de fútbol del París Saint-Germain, es un parque de Cuenca).

La temporada ha sido dura. Inicio tardío, lesiones, un trono que va de mano en manos como quemando las tripas de aquel que se quisiera sentar en él. El objetivo siempre el mísmo: "Disfrutar del rugby". Cuando el periodista local saca un hueco para hablar de rugby en una ciudad como Cuenca, pregunta esto a los y las practicantes del oval como esperando que la valentía que demuestran en el campo al enfrentarse a puro golpe de fortaleza a rivales de similar o superior envergadura y peso se corresponda con su actitud frente al micrófono. Es el momento del comodín. "El objetivo es disfrutar del rugby". Una capa de invisibilidad que oculta mucho más.

En los seniors, supone un mantenimiento de categoría y la licencia para soñar a mitad de temporada con hacer algo que avive a la pequeña masa de feligreses locales y aficionados externos que cada vez van más en aumento por las iniciativas en comunicación del club (sí, no me hace falta abuela pa´ echarme flores) y a padrinos agradecidos como Javier Señaris, distinguido periodista especializado en rugby con peso en el panorama mediático oval. Supone un espejo en el que se miran muchas personas: los jóvenes como un ideal a alcanzar; la directiva como un año más en el que la llama del rugby no se apaga; los curiosos en un deporte que muchas veces no entienden pero que llega a fascinar y horrorizar a partes iguales.

En el femenino no me atrevo ni a describirlo por su persistencia. Disfrutar del rugby en sí. Ver como mujeres rompen muchas más puertas que estereotipos y logran mantener una ilusión que sus compañeros masculinos alcanzaron ya hace un lustro: el poder medir su habilidad con rivales bajo el techo de una competición.

En la cantera lo es todo. Un futuro. Un camino construido piedra a piedra. Mientras algunos tienen un camino rodado que se llena de baches por la ambición desmedida y las deudas, el rugby conquense camina despacio, con pies de plomo y esperando que cada vez sean más los que ayuden a crear esa carretera. Un camino que ni es dorado ni lleva a Oz, pero que es nuestro camino. La vía para "disfrutar del rugby".




FOTOGRAFÍAS DE ALEJANDRA MARÍN 

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