29/6/18

Aprendizaje constante



El misterio que siempre nos lleva a ir más allá, o a retirarnos en la vaga persistencia, es la superación de los enigmas que se nos abren ante el paso temporal de nuestro destino. Y el caso es que mientras en la teoría matemática 2 + 2 son 4, traspasado al terreno, la solución a cualquier suma de acontecimientos que se nos pone por delante se vuelve un número pi que corta su cola decimal en el momento de que superamos la adversidad. Enhorabuena, lo has conseguido.

Pero no siempre somos controladores de ese punto y final concreto que no es más que el salto a un nuevo acertijo y descifrado de situaciones más desafiantes. Suele ocurrir que a veces, por más impresión de que ocurren cosas a medida que vamos apretando botones, las reacciones no obedecen a nuestros cálculos y órdenes.

No somos nada más que unos críos gordos encajados en un coche lujoso de batería que de repente vemos que está manejado por nuestros padres con un control remoto. Ay, la asunción de que hemos sido engañados. Una sensación que cuesta de alcanzar pero que es incluso más dañina cuando somos nosotros mismos los que tejemos la trampa donde luego caemos. Que puedes utilizar términos que hagan sorprenderte como "trampa" o "caer", acciones que pareces no controlar, pero es mucho más sano asumir el autoengaño reconstruyéndolo pictográficamente como un cerdo retozando en su propios desperdicios.

Y quizás la perfección (o nuestra ilusión de la misma) sea el darse cuenta de esas inestabilidades, en el caos que esquivamos día a día como el pie que evita en el último instante llamar a la suerte espachurrando un ñordo de can en la acera. Porque, ¿quién no ha deseado coger el mando, irse a "habilidades" y llenar las barras del "pro" al 99 para luego ir paseando por un Camp Nou virtual dejando a la altura de un aficionado a Lionel Messi? Pues a lo mejor alguien que no sabe que en la fórmula del acierto-error lo que nos alquitrana el camino hacia ese objetivo es el aprendizaje constante. Nunca lo olvide.


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